miércoles, 21 de septiembre de 2011

EL BAUTIZO
"He dado mil pasos y he recorrido mil calles y por cada paso y por cada calle, he vivido una vida distinta". Las tapas del viejo cuarderno se balanceaban en dulce compás con cada golpe de la suave brisa que agitaba las hojas secas del callejón. Un perro callejero, de color canela y ojos negros se acercó a olisquearlo. El viento abrió de pronto las tapas del cuarderno, sobresaltando al perro que desapareció a toda prisa. Y así quedó tendido el viejo cartapacio, exhausto por el peso de los años, por el lastre de los secretos. El perro regresó. Miró el cuaderno ahora abierto y se sentó enfrente. Ladeó la cabeza. La volvió a inclinar del otro lado. Se incorporó, se volvió a sentar. Estaba nervioso. Había detectado el alma de Braulio.

Hoy en "Callejones, café y cuadernos" quiero marcar un comienzo. El de esta humilde andadura que inicio llena de amor por la escritura, por las letras y por los viejos cuardenos que algunos gustamos de llevar siempre encima por si encontramos un entrañable café en el que sentarnos a escribir garabatos, sueños y poemas sin rima.
Para mi hablar de escritura es hablar también de escritores. Pero no de los famosos, no, al menos, solo de ellos. Los escritores que me acompañarán en esta cruzada serán los anónimos (y no por ello menos meritorios) y no los que se escriben con pomposas letras satinadas en los lomos de algunos libros que decoran las vitrinas de los centros comerciales. Habrá cabida también a aquellos que apenas llenan viejas estanterías de librerias con alma, de librerias con polvo, porque, sin duda, una libreria con polvo, tiene también alma.
A todos los que quieran compartir sus letras invito a este pequeño callejón que ahora es nuestra casa. Nuestro rincón. A todos los que quieran leer y ser leídos.
Y hoy por ser el primero, o el segundo, o el tercero, invito, con sumo respeto al que, medio en broma, medio enserio, pero muy orgullosa, llamo el "padrino" del callejón. Puede que lo conozcais o puede que no, puede que os guste y puede que no, pero desde luego no deja indiferente. Es Raúl, es mi Raúl. Uno de mis escritores favoritos. Y amigo, claro. Aunque una cosa no lleva a la otra. No.
Hoy quiero que Peter y Braulio se encuentren juntos en este callejón. Aunque en historias paralelas. Quizá algún día, quién sabe, Peter y Braulio se conozcan. Ya veremos. Pero hoy, este blog que nace, da la bienvenida a la resurrección de Peter Lubosky.
Disfrutadlo como ya lo he hecho yo...



"Antes de que llegue el sueño.



No estoy muerto, estoy en la cama, en mi cama del cielo, termino de hablar con un anciano que se llama Dios, pero que no es Dios. Me ha explicado en que consiste el más allá y el más acá, me he tumbado en una cama, para poder descansar, eternamente, para dejar mi consciencia y mi inconsciencia libres de mi cuerpo, de mi cárcel física y mental.



Estoy en su cama. Es una cama cómoda, de suaves sábanas de algodón blanco, sábanas que huelen a flores, la memoria olfativa golpea mis recuerdos, y estos salpican mi mente, con imágenes mías, de pequeño, jugando mientras mi madre tendía las sábanas, jazmín, madreselva, tomillo, orégano, romero, pino, lavanda…



Dios me ha explicado que me iré durmiendo poco a poco, primero, mi cuerpo, el continente, y después mi mente, el contenido, sin embargo, lo que no sabe Dios, es que estos últimos años he sufrido de insomnio, y tumbarme en una cama no es sinónimo de dormir, al menos por mi parte, al menos por mis partes… me refiero a mente y cuerpo, eh… que quede claro.



Así que me encuentro tumbado en la cama de un Dios, pero sin él, solo, siempre solo, cual lobo estepario que pulula por Siberia, hace frío, estoy solo, es difícil encontrar alimento, es difícil sobrevivir, pero soy un lobo viejo, herido y sabio, y sé perfectamente como salir de ésta. Para mí es muy sencillo, tengo un plan, no dormirme, si no duermo mi cuerpo no morirá y yo podré seguir pensando, ese es mi poder, mi súper poder. Pensar, y eso Dios no ha sabido medirlo como es adecuado. Creo que aún puedo volver.



Me tumbo en la cama, siento las suaves sábanas, me concentro, me imagino a mí mismo dentro de una ambulancia, llevan mi cuerpo al hospital y de ahí, al tanatorio, estoy tumbado en una camilla, no voy dentro de una bolsa, ¿por qué? Todo a su debido tiempo.



Lo más importante, he vuelto, voy a volver, cual Jesucristo he resucitado, ¿eso es verdad?



Silencio. Esto empieza ya.



Vemos una ambulancia, va con las luces apagadas, no corre, se desliza por la noche, vemos a su conductor, un gordo seboso, y a su acompañante un médico, delgado, podrían ser el gordo y el flaco, podrían ser tantas cosas, pero en este caso, sólo son dos personajes secundarios. En la parte trasera vemos a Peter, o sea, me vemos a mí, estoy tumbado sobre una camilla, muerto, voy sin bolsa negra que me tape, estoy muerto, hace un rato me salí de la carretera y me morí, fui a ver a Dios y ahora he vuelto, creo, quiero volver, ¿cómo se hace? ¿cómo me meto dentro? Lo veo todo desde fuera, acaricio mi piel, está fría, acaricio mi pelo, me gusta, ¿me estaré convirtiendo en gay? En todo caso en un onanista, porque lo que me gusta es haber vuelto, y ver que mi cuerpo, que mi recipiente aún es reutilizable, ¿cómo lo hago? Escucho a los que van delante.



_ Vaya mierda_ dice el conductor.

_ ¿Perdón?_ contesta el médico acompañante.

_ Es increíble.

_ No pasa nada_ contesta de forma complaciente el matasanos delgado.

_ Me da miedo llevarlo si bolsa, al cadáver. No sé.

_ ¿Tienes miedo?

_ Tal vez_ miente el conductor.



Me gustaría meterle un dedo en el ojo, ¿eso lo puede hacer un espíritu? lo intento, pero el gordo no nota nada.



_ Está muerto, no pasa nada_ sentencia el matasanos.



Pues que sepas que voy a volver y te vas cagar, y os vais a cagar, ¿por donde entro, por el ojete?



_ Es culpa mía_ Dice el gordo.

_ No pasa nada_ contesta el flaco.



Es la conversación más aburrida que he escuchado en mi vida, para volver a morirme, pero no, estoy vivo. Me acerco a mi cuerpo.



_ Tenía que comprobar y rellenar el cajón de las bolsas negras, se me ha ido la cabeza_ dice el gordo.

_En el fondo da lo mismo, ¿no? Seguiría muerto igualmente, ¿no?

_ Sí, supongo_ contesta el gordo.



Estoy muerto ¡qué asco!, pero he escapado del cielo, y estoy en la ambulancia, soy energía, soy la chispa, soy el meollo, soy la cosa, el fantasma, la luz, la mancha oscura, el brillo del ojo, soy Jack que baja por la estaca, soy el moribundo que vuelve a la vida, soy un Dios, mi propio Dios y voy a cerrar los ojos y voy a estar dentro, ¿porqué? ¿y por qué no? He vuelto, y si he vuelto es porque debe ser así.



_ ¿A  qué hora terminas?_ pregunta el médico.

_ A las doce_ contesta el gordo.

_ ¿Vas a salir esta noche?

_ Por supuesto, he quedado con unas mujeres increíbles_ dice el gordo.



“¿Y cómo lo haces?” pienso para mis adentros, “eres un seboso, sin gracia y aceitoso gordo conductor de ambulancias de pacientes muertos, ¿cómo lo haces para quedar con mujeres increíbles? ¿les pagas?”



Vemos la ambulancia desde fuera, da un enorme frenazo, para en 20 metros, vemos al conductor y al médico.



_ ¿Quién ha dicho eso?_ pregunta el conductor gordito.

_ Eh…_ no sabe que contestar el medico flaquito.

_ He sido yo_  contesto.



Y me incorporo de la camilla, me he metido dentro, he vuelto, he resucitado, Lázaro, levántate y anda, y corre, y vive, y ama…



He resucitado, estaba en el más allá y he vuelto. Mi nombre es Peter Lubosky, escritor, guionista, amante, personaje del mundo, de mi mundo. Y he vuelto. Está bien volver."

Por Raúl Artacho.






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